Excma. Señora Ministra de Educación y Formación Profesional
Ante todo, mis felicitaciones por el cargo.
Quiero transmitirle mi alegría por el hecho, inédito en nuestra historia, de que la Formación Profesional se visualice ocupando titularidad en el nombre de un ministerio. Quiero quedarme con esa interpretación del hecho, visualizar y potenciar la Formación Profesional, negándome a aceptar que el nombre aparece con la intención de hacer de la Formación Profesional un subsistema segregado del sistema educativo, es decir que educación y formación profesional sean dos cosas distintas.
También me niego a aceptar que la Formación Profesional en nuestro país, educación con orientación vocacional en terminología internacional, se siga considerando, como se ha hecho desde el siglo XIX y formalizado en la Ley General de Educación (1970) y demás leyes hasta nuestros días, el camino de salida para quienes, por razones económicas, sociales e incluso académicas, no pueden o no quieren seguir por el camino principal, el camino Bachiller-Universidad.
Así, bajo esas premisas, me alegra que por fin nuestras autoridades educativas hayan asumido la situación de emergencia que tenemos en torno a la formación de los ciudadanos para el desempeño de trabajos cualificados. La abrumadora diferencia entre nuestra población con niveles de formación profesional y el resto de los países de la Unión Europea, hace que, desde todos los organismos nacionales e internacionales, se plantee la urgente necesidad que tiene España de conseguir que el número de los alumnos que estudian Formación Profesional se multiplique por varias cifras. Así se viene reconociendo en toda la legislación educativa española emanada en la democracia, e incluso puede decirse que ya en el siglo XIX se planteaba esta necesidad [1], reconocimiento que con toda claridad expresa la última de estas leyes [2]: “La principal diferencia del sistema educativo español con los de nuestro entorno radica en el número especialmente bajo de alumnos y alumnas que transitan por nuestra Formación Profesional”.
Datos
Permítame señora ministra que aporte algunas cifras, seguro conocidas por usted, que considero necesarias para dar soporte argumental a los planteamientos que con todo respecto le expondré más adelante.
El gráfico 1, nos muestra las cifras de la Unión Europea 28, a finales de 2017, en relación con el máximo nivel de formación alcanzado por su población en el grupo de edad 25-64 años. España con el 22,7% con nivel Formación Profesional de Grado Medio (FPGM) o Bachillerato (CINE [3] 3-4) ocupa el último lugar, y con el 40,9% el tercero con más población con nivel ESO o inferior (CINE 0-2). Considerando la cifra de 26.045.900 personas que en dicho grupo de edad (25-64 años) tiene España, para conseguir las ratios de la UE28 tenemos que rebajar nuestras cifras de CINE 0-2 en 4.792.446 personas y aumentar nuestras cifras de CINE 3-4 en 6.094.741 personas. Al comparar con Alemania, las cifras anteriores corresponden a 7.136.577 y 9.168.157 respectivamente. Por otro lado, contamos en este mismo grupo de edad con 1.302.295 personas con CINE 5-8 [4] más que si tuviéramos el porcentaje de la UE28, y con 2.031.580 personas más que si tuviéramos el porcentaje de Alemania.
De lo anterior se deduce que conseguiríamos situarnos en niveles del entorno de la UE28, si 6 millones de personas con nivel 0-2 decidieran volver a las aulas y obtener una cualificación de FPGM (CINE 33 a 38) o finalizaran sus estudios en Bachillerato (CINE 32). Esta forma de resolver el problema, mediante el retorno a las aulas de Formación Profesional de quienes no llegaron este nivel, debe ser abordada y considerarse una actuación relevante [5], pero no debe ser el único camino ni el más importante para resolver el problema estructural que tenemos de falta de personas cualificación CINE 3-4, ya que el retorno a las aulas de personas con edades elevadas es complejo a corto plazo, y por otro lado la evolución del número de personas que finalizan ESO no va en esa dirección, pues según se muestra en el gráfico 2, la tendencia es claramente favorable a descender el número de personas con bajo nivel de formación (CINE 0-2), pero no incrementándose el de personas con formación intermedia (CINE 3-4) que se mantiene casi constante, sino incrementándose el de personas con formación superior (CINE 5-8), tendencias que van en dirección contraria a la deseada.
Es de resaltar que, independientemente del avance de las tecnologías y de la evolución de los conocimientos, el número de puestos de trabajo siempre ha adoptado una configuración de tipo piramidal, con la mayor cifra de ocupaciones en los niveles bajos (aunque su nivel de conocimientos aumente al ritmo del avance tecnológico), reduciéndose las cifras de demanda a medida que se avanza hacia las cualificaciones máximas (universitarias). Así, lo deseable entre la población en edad de trabajar sería tender a una configuración de niveles de formación piramidal, tendiendo a evitar situaciones de sobrecualificación (derroche económico, frustración social y emigración) o infracualificación (freno al desarrollo económico y personal). Sin embargo, la situación actual en España, y la tendencia, es de pirámide invertida, con mayor población que ha alcanzado formación universitaria que Formación Profesional (gráfico 1), y con una tendencia tal que cada año egresan más alumnos con cualificaciones de máximo nivel (universitarias) que con cualificaciones de niveles medios (Formación Profesional) [6].
Un tercero y último dato, tiene que ver con la constatación real de nuestro problema de la pirámide invertida en relación las ocupaciones de nuestros ciudadanos. Así, en el gráfico 3 [7] se muestra la distribución de la población ocupada en el 1º trimestre de 2018, según el nivel de competencias requeridas para el trabajo y el número de ciudadanos ocupados que han alcanzado la formación asociada a dicho nivel de competencias. Aquí apreciamos que hay 8.098.800 personas ocupadas con niveles de formación superior (CINE 5 a 8), pero únicamente hay ocupación para 4.157.700 en puestos que requieran estos niveles de formación. Por tanto, suponiendo que todos esos puestos sean ocupados por profesionales de nivel de formación superior, lo que es sólo una aproximación, quedarán al menos cerca de 4 millones de estos profesionales que están ocupados en trabajos que requieren un nivel inferior.
Reflexiones
Creo no equivocarme al considerar que nuestro sistema educativo ha de dar respuesta a dos retos: generar conocimiento y transmitirlo formando ciudadanos con valores. Si bien la generación de conocimiento puede ubicarse en el contexto universitario, es claro que afectará a una minoría de personas, aunque no por ello deberá ser descuidada, pues de ella y su conexión con las demandas sociales dependerá en gran medida el avance del país. Por otro lado, la transmisión del conocimiento afecta a todos los niveles del sistema educativo, y unido a la difusión de valores humanísticos y culturales, ha de implicar a toda la sociedad, configurando así una sociedad en la que sus ciudadanos sean dotados de capacidades profesionales que le permitan realizar trabajos dignos acordes con las necesidades sociales, y que dignamente remunerados les permita vivir dignamente.
Este objetivo de nuestro sistema educativo, generar ciudadanos con capacidades profesionales acorde con las necesidades sociales, que convenimos es fundamental, resulta contradictorio con el mantenimiento de un diseño, el actual, en el que dar una cualificación profesional, es decir, enseñar a trabajar, sea la puerta de salida para los fracasados. ¿Fracasados en qué, en el camino hacia la universidad? ¿Es que la mayoría de la población debe ser únicamente universitaria? ¿Sólo es Formación Profesional la formación en habilidades manuales? ¿No es la universidad, en su gran mayoría también formadora de profesionales? ¿Es que acaso la mayor demanda de ocupaciones profesionales es de nivel universitario?
La coherencia con el objetivo de capacitar profesionalmente a los ciudadanos estaría en un sistema educativo diseñado para que la inmensa mayoría de los ciudadanos obtengan, a través de él, las capacidades profesionales que le permitan desarrollar trabajos dignos. En este mundo cambiante en que nos encontramos, estas capacidades profesionales han de impregnar al sistema educativo en igualdad con la formación transversal que, mediante las humanidades, los idiomas y los valores, configure una sociedad española culta, responsable y con capacidades profesionales. Por otro lado, la velocidad a la que se producen los cambios tecnológicos, y en coherencia con la máxima de formación a lo largo de la vida, exige progresividad en la adquisición de dichas capacidades profesionales, con permanentes posibilidades de subir en el nivel de las correspondientes cualificaciones sin prisas y de forma sólida, haciendo de la experiencia y la madurez la base del crecimiento profesional.
Es de resaltar que esta progresividad en la consecución de las cualificaciones profesionales, desde las más manuales (las actuales encuadradas en FPGM) hasta las más intelectuales (universitarias) contribuiría de forma clara y determinante a conseguir una distribución de tipo piramidal, coherente con la lógica demanda, problema endémico de nuestra sociedad como se vio anteriormente.
Conclusiones
Tras los datos y reflexiones anteriores, es manifiestamente necesario plantear medidas para conseguir que, en un plazo de tiempo razonable, una gran parte de la sociedad (¿50%?) tenga cualificaciones profesionales de nivel medio, para ello y con el debido respeto le pido plantear una reflexión profunda sobre el sistema educativo y su incidencia en la situación profesional de nuestra sociedad, realizada no sólo desde el ámbito pedagógico, también empresarial y social. Reflexión que ha de partir de la aceptación de que la situación actual es la consecuencia clara y evidente del sistema educativo que tenemos, sistema que, como se ha dicho anteriormente, responde a un diseño en el que prepararse para trabajar en puestos de nivel no universitario se hace a través de puertas de abandono, marcando así socialmente a quienes han de cruzar dichas puertas.
En mi opinión, seguramente mediatizada por mi trayectoria educativa y profesional, el estigma social que tiene la Formación Profesional en nuestro país, no se cambiará mientras ésta sea puerta de salida del camino que conduce a las máximas cualificaciones profesionales. La estructura piramidal de cualificaciones profesionales deseada para la sociedad española, únicamente se conseguirá haciendo de la Formación Profesional un camino aplicado (no puerta de abandono) que permita de forma natural y razonable llegar hasta las máximas cualificaciones profesionales, las universitarias toda vez que en España son las universidades quienes ostentan el reconocimiento social y la autoridad legal para otorgar cualificaciones profesionales máximas.
Es por ello, que la función de capacitación profesional en el sistema educativo debe hacerse, preferentemente, a través de un camino que, de forma escalonada, cubra todos los niveles profesionales desde el más bajo hasta el más alto. Este camino ha de ser lo suficientemente atractivo para que por él circule la inmensa mayoría de los ciudadanos, y por ello debe ser de formación completa de las personas no obviando la formación en humanidades, cultura y valores, pues será el camino llamado a configurar la gran masa ciudadana.
Es evidente que este camino (vocacional en terminología internacional) debe contemplar puertas de salida, puertas de salida para minorías, que no puedan o no quieran seguir por él, con todo tipo de ayudas para la integración en el mundo laboral.
Ahora bien, en estos momentos y en tanto se realiza la reflexión propuesta, sería de gran ayuda para avanzar en la configuración de ése camino aplicado, y contando con nuestra Formación Profesional actual, que las universidades, como subsistema responsable de las máximas cualificaciones profesionales, dieran continuidad a los alumnos que finalizan CFGS, ofreciéndoles planes de estudios específicos para los estudios de Grado que tengan continuidad con sus especialidades, produciendo así una conexión natural y razonable entre ambos niveles educativos.
En relación con ello, señora ministra, no quiero negarle mi preocupación por la división ministerial que supone tratar las cualificaciones profesionales de niveles medio y bajo en su departamento y las de alto nivel (universitarias) en otro distinto. Si bien las universidades tienen una gran función social como generadoras y transmisoras del conocimiento (i+d+i), no es menos importante y cuantitativamente mayor, la función de formación de profesionales de alto nivel y que, de nuevo, desde el punto de vista de coherencia social no debe estar desconectada de la formación de profesionales en los niveles inferiores, máxime cuando nos referimos a la FPGS, que junto a la universitaria está incluida en las clasificaciones internacionales como educación terciaria o superior.
Quiero señalar que el hecho de abrir la universidad de forma natural y razonable a la FPGS, no es para que todos los que finalicen estos estudios incrementen aún más las cifras de profesionales con las máximas cualificaciones, sino para ayudar a romper el estigma de puerta de salida y configurar este subsistema un camino paralelo al principal, hecho que hará circular por él el elevado número de alumnos, y que por ley de grandes números y por el escalonamiento de las cualificaciones, generará una sociedad con distribución piramidal en sus cualificaciones profesionales y con la adecuada formación en valores.
Por último, señora ministra, no me cabe duda de que su gran experiencia en la gestión educativa desarrollada en Euskadi será decisiva para conseguir levantar las bajas cifras de personas con cualificación profesional en niveles intermedios, niveles de profesionalidad que, unidos a la formación en valores, seguro que entiende son fundamentales para el desarrollo de nuestro país.
Muchas gracias y a su disposición.
Notas a pie de página.
[1] Ya en septiembre de 1850, en el reinado de Isabel II, su ministro de Comercio, Instrucción y obras Públicas, Manuel de Seijas Lozano, en la exposición de motivos del Real Decreto sobre enseñanzas industriales escribió: “Señora: Ocupado el Gobierno hace algunos años en la reorganización general de la instrucción pública para ponerla en armonía con las necesidades del siglo, no podía olvidar uno de los ramos más interesantes de ella, y el que más influencia puede ejercer en la prosperidad y riqueza de nuestra patria. No bastaba dar impulso a la enseñanza clásica ni mejorar los estudios literarios o científicos: para completar la obra era preciso, entre otros establecimientos importantes, crear escuelas en que los que se dedican a las carreras industriales pudiesen hallar toda la instrucción que han menester para sobresalir en las artes, o llegar a ser perfectos químicos y hábiles mecánicos. De esta suerte se abrirán nuevos caminos a la juventud ansiosa de enseñanza; y apartándola del estudio de las facultades superiores a que afluye hoy en excesivo número, se dedicará a las ciencias de aplicación y á profesiones para las cuales hay que buscar en las naciones extranjeras personas que sepan ejercerlas con todo el lleno de conocimientos que exigen”.
[2] Ley Orgánica para la mejora de la Calidad en la Educación (LOMCE), 2013
[3]CINE, Clasificación Internacional Normalizada de la Educación
[4] CINE 5-8, corresponde a Formación Profesional de Grado Superior (FPGS, CINE 5) y formación universitaria (CINE 6 a 8).
[5] Para esta actuación puede ser de gran importancia la Formación Profesional Dual, promovida institucionalmente en los últimos años.
[6] Ver el estudio-informe “Formación profesional, el camino razonable hacia una sociedad de profesionales” publicado en diciembre de 2017 por la Universidad Comillas con la colaboración de la Asociación Nacional de Ingenieros del ICAI.
[7] Ver el artículo de opinión “Formación Profesional, imprescindible en 2018. Formas de acabar con los tópicos educativos”. publicado en junio de 2018 por Eldebatedehoy.es. https://eldebatedehoy.es/educacion/formacion-profesional-datos/