Fue un descubrimiento. El legendario, aunque desconocido para muchos, fondillón de Alicante abrió un caudal de conocimientos, impresiones sugestivas, aromas y sabores a los ingenieros seniors de ICAI. Momento idóneo para ampliar horizontes y saberes, y experimentar sensaciones cuando la vida se contempla sin la urgencia de la obligación ni el afán de una meta, sino con la sabia serenidad de ‘tener a la naturaleza como la mejor guía y obedecerla como a un dios’, según recomienda el personaje de Catón en De Senectute.
Una tarde amable, en la primavera madrileña, dedicada al placer de saborear los matices de este vino ancestral, conocer su historia fascinante y el noble esfuerzo de bodegas heroicas para devolver a este vino su glorioso pasado, consolidarlo en el siglo que vivimos -Fondillón del siglo XXI- y, sin renunciar a ser Guardianes de la Tradición, trazar un futuro prometedor que recoja lo mejor de su dorada historia, de cuando reyes como Luis XIV, ‘puesto ya el pie en el estribo’ (Cervantes), brindaban ‘por la vida o por la muerte’ para agradar a Dios.
La sesión, a través de la conferencia impartida por quien escribe esta crónica, guió a los ingenieros seniors por la trayectoria de este vino fascinante: las excavaciones de Benimaquia que documentan la elaboración de vinos en Alicante ya en el siglo VI a. C.; los Privilegios otorgados por el Rey Sabio (1257) y Fernando el Católico (1510), que asientan vides y protegen el vino de Alicante; su primer éxito internacional en un concurso en París en plena Edad Media; mesas y banquetes reales (Luis XIV, Felipe II, Isabel I de Inglaterra…) en los que cimentó su alcumia; la admiración de ilustres viajeros cuyos libros y memorias extienden su fama; el fervor de poetas y escritores al evocar el aroma y la potencia sápida de este vino; su alianza con arrojados marinos que encontraron en el fondillón remedio para males y nostalgias…La monastrell, como indica Cavanilles, espíritu y sustancia de fondillón; su nombre, la presencia en el Tesoro de Covarrubias, en viejos y entrañables milagros que recoge en su Tesis el maestro Carmona…; la princesa Pío de Saboya y el conde de Lumiares…
La pujanza económica que deslumbra en el XIX, pero que la filoxera arruina con su devastador ataque. Y, por último, la lenta y valerosa recuperación gracias al esfuerzo de ilustres bodegueros empeñados -con éxito- en rescatar la tradición y devolverle la gloria. Su historia cautiva casi tanto como su sabor.
Lo mejor de esa amable tarde estaba por llegar, gracias a Ana Molina que persuade a las bodegas de celebrar el evento:catar y deleitarse con tres fondillones maravillosos (Guardianes de la Tradición, Luis XIV y Fondillón del siglo XXI) ofrecidos por tres selectas bodegas: Vinos de Algueña, Toneles Centenarios y MG Wines. La cata recomendaba el Lazarillo de Tormés ‘arrimarse a los buenos para ser uno de ellos’ – se encomendó al mejor: Fernando Gurucharri, al que la fama precede por sus extraordinarios conocimientos y brillante magisterio, profundizó en el alma del vino. Antiguas y bellas cepas de monastrell en vaso, en las laderas soleadas del alto y medio Vinalopó; terreno calizo y tosco que reverbera al sol y sobremadura los racimos; vendimia tardía y escogida; inteligente fusión de tecnología avanzada en la fermentación y centenarios toneles, con soleras excelentes y añosas, en los que el vino envejece, lentísima y refinadamente, años, décadas… que dan como resultado vinos que enamoran los sentidos. Su magistral y amenísima explicación nos condujo por un sendero de sensaciones visuales de cobrizos, teja y ámbar viejos; de textura cremosa y delicadamente densa, seda y frescor cítrico en el paladar; de fragancias a caoba, aromas y sabores de higos maduros, almendras amasadas, recuerdos de frutas secas, dátiles y ciruelas pasas, notas de chocolate y café, naranja seca y miel lejana: un universo de color, aromas y sabores de felicidad…
Este vino prodigioso, de áureo pasado y brillante futuro, cautivó a los asistentes de la Asociación de Ingenieros. Muchos hicieron un descubrimiento y más de uno empezaría una relación de amistad por el notable interés que suscitó su maridaje y la alianza con alimentos y conversación para darle la mejor acogida. En ese grato atardecer madrileño de Fondillón y Seniors de ICAI, se hizo cierto aquel consejo atribuido a Alfonso X: ‘Quemad viejos leños, bebed viejos vinos, leed viejos libros, tened viejos amigos’.
Ana M.ª Molina y Mila de Torres