decimo_aniversario


A veces es interesante recordad cómo has llegado a un determinado punto en tu vida. El cómo llegué a ser voluntario de la Fundación de Ingenieros ICAI para el Desarrollo o cuál fue la chispa para esta nueva experiencia.

Conocía la Fundación ICAI por las diversas comunicaciones realizadas tanto desde la Fundación como desde el Colegio. Y siempre pensé que, terminada la carrera, con trabajo y familia, eso no encajaba conmigo. No es que fuese insolidario, sino que la idea de marcharme unas semanas a Sudamérica para colaborar como voluntario me parecía imposible con niños pequeños.

Pero, qué equivocado estaba. No hace falta ir a Perú, Bolivia o Ecuador para ayudar a aquellos que lo necesitan.

Pero vayamos en orden. Tenía un trabajo de cierto éxito que me gustaba, y una familia a la que dedicar el poco tiempo disponible (os suena, ¿verdad?). Surgió la oportunidad de expatriarnos en pareja, es decir, trabajando los dos en el mismo proyecto, aunque para empresas diferentes. Y un lugar como Escocia es fantástico para la familia y el bilingüismo de los niños. Lo malo es que los proyectos a veces no acaban, o empiezan, como quieres, y mi oportunidad no terminó de fraguar. Así que allí estaba, en Edimburgo, con mi mujer trabajando, los niños en el colegio, y yo cambiando radicalmente mi modo de vida. Muy feliz, sin duda. Pero después de tantos años trabajando, lo echaba de menos.

Empecé a colaborar aquí, allá, y no paraba en todo el día. Nada serio, pero lo suficiente como para tenerme entretenido. Y recibí otro de esos emails de la Fundación, que lo lees con cierta mezcla de compasión, cariño y “para esto hay que valer”. Pero un momento. ¿Es que yo no valgo? Ahora tengo algo de tiempo libre. Poco, que la familia puede ser muy absorbente, pero algo tengo. ¿Y si pregunto?

Así que entré en contacto con Ricardo Navas. Un tipo estupendo que rápidamente capta la oportunidad. Le hablé de lo que había hecho, de mi situación, y en seguida me puso en contacto con una ONG en Perú, ligada a los Jesuitas, que intentaba salvar vidas entre de los más desfavorecidos: en este caso, los niños pequeños en el Altiplano. Con una mortalidad infantil de 25%, te esperas que haya mala alimentación, falta de agua potable y medicinas, y pocos recursos. Y excepto lo último, lo demás no es del todo cierto. El problema es muy sencillo: a 4.000 m sobre el nivel del mar, la temperatura exterior por la noche baja hasta los 17 grados bajo cero, causando enfermedades respiratorias en los más pequeños. Algunas veces, irreversibles y mortales.
sergio_5El origen: la calidad de la construcción, y la falta de recursos. Una simple bombona de butano vale casi los ingresos de una semana, y no dura más de 1 o 2 días. Así que las soluciones comunes de nuestro día a día, por muy sencillas y baratas que parezcan, no son factibles.

¿Cómo podía ayudar yo, desde Europa, a 10.000 km de distancia? Bueno, soy un Ingeniero Industrial, ¡y además del ICAI!. Y con experiencia ¿Se puede pedir más? En la escuela y el trabajo nos han formado para analizar el problema técnicamente y darle una solución sencilla e imaginativa, haciendo uso de nuestra experiencia y formación. Así que manos a la obra.

¿Qué nos han enseñado? Climatización. Y aunque los apuntes estén perdidos y la memoria sea muy frágil, sabemos usar internet. Refrescar ideas y conceptos. Todo está en la red, y en poco tiempo somos capaces de ajustar el filtro y entender un poco de aquí y allá. Lleva algo de tiempo, pero no más de 2 o 3 horas a pequeños ratos mientras comes algo encima de la mesa. Y no vamos a construir un rascacielos o unas modernas oficinas. El tercer decimal, no importa. ¿Recordáis el teorema del Punto Gordo?

IMG_20150922_111346767_HDRAhora lo más difícil: no tienen materiales ni herramientas modernas. No hay un Leroy Merlin al que acudir, sólo antiguos almacenes de material de construcción que pueden suministrarte lo más básico. No hay Pladur ni aislantes (y si los hay, no entran precisamente en tu presupuesto). Hay que volver a los años 70, época que además no vivimos muy conscientemente. Pero somos gente moderna: nos vamos a casas rurales porque nos gusta desconectar de la vida estresante de la ciudad. Y alguna vez hemos ido a un pueblo, a la casa de la abuela de algún amigo –si no la nuestra-. Y de esta forma que empiezas a solventar los problemas técnicos que previamente has analizado (poniendo en valor nuestra formación universitaria) con soluciones sencillas y asequibles que has ido viendo (demostrando porqué un ingeniero es eso, un Ingeniero: alguien que utiliza el ingenio para dar soluciones imaginativas).

Así que, algo que me ha costado unas pocas horas para recordar la técnica y analizar soluciones en conjunto, se complementa con otras pocas horas de Skype con Perú, con esos voluntarios que están sobre el terreno. Ellos conocen realmente las limitaciones con las que tienes que enfrentarte. Y a su vez se encargarán de llevar a cabo aquello que les propongas.

sergio_3Fabio, mi contacto en Quispicanchi (cerca de Cuzco) y originario de La Coruña, me pone al día de la cruda realidad y de las dificultades de llevar a cabo cualquier proyecto.  Cuenta con recursos locales (manitas y pequeños constructores) y un presupuesto muy ajustado. Pero muchísima voluntad. Y aunque a veces no le respondo en tiempo, es una persona súper agradecida. Para que os hagáis una idea, me cuenta que en su último viaje a España para ver a la familia, se trajo una barra de infrarrojos en la maleta, de esas que se ponen en la pared del cuarto de baño, porque allí no pudo encontrarla. Y aún con esas limitaciones, ha sido capaz de hacer un pequeño biodigestor para producción de biogás. Él sí que es el héroe de esta historia.

Así que, entre todos, somos capaces de dar algunas ideas que pueden funcionar. Y de hecho, funcionan:

  • construir un falso techo que cree una cámara de aire aislando el tejado,
  • poner contraventanas de madera,
  • montar gruesas cortinas de lana en puertas y ventanas, permitiendo el paso de luz durante el día, pero creando un cerramiento nocturno sencillo y barato,
  • cubrir las paredes junto a las camas con madera,
  • cubrir con tablas y alfombras de lana los suelos de los dormitorios,
  • u orientar las habitaciones al norte, que en el hemisferio sur, el sol está al otro lado.

Son cosas sencillas, que están a su alcance. Con las herramientas técnicas que tenemos a nuestro alcance gracias a Internet, vemos el efecto de cada una de estas medidas. Descartamos unas y potenciamos otras. Y con una pequeña fuente de calor (en este caso el biogás producido) somos capaces de evitar el ‘friaje’ de los más pequeños, salvando vidas sin apenas esfuerzo por nuestra parte. Bueno, no es cierto: con compromiso y renunciando a esos 15 minutos para chatear o ver Facebook. Pero es que somos voluntarios. Algo tenemos que poner.

Al final te das cuenta de que lo que realmente has hecho es colaborar en un pequeño brainstorming dando algunas soluciones sencillas pero eficaces. Bueno, eso, y calcular  la capacidad calorífica del biogás producido o las pérdidas térmicas de cada una de las soluciones peregrinas que se te han ocurrido. Porque no todos los remedios de la abuela son eficaces (o igual de eficaces).

Concluyendo. ¿Qué suponen esos minutos de nuestra vida a la hora de comer o antes de irnos a casa, durante unos meses? Y podemos ayudar a muchísima gente poniendo en valor nuestra buena formación y amplia experiencia. No hacen falta integrales triples, ni elementos finitos para ayudar a aquellos que lo necesitan.  Sólo un poco de nosotros mismos, de lo que tenemos en nuestra cabeza, para dar soluciones sencillas.

Somos un gran activo para la Fundación. Somos una fuente inagotable de sabiduría e ingenio sin apenas darnos cuenta. Yo lo he descubierto ahora, y espero poder seguir colaborando durante mucho tiempo. Una hora a la semana es muchísimo para aquellos que están allí. Os invito a poneros en contacto con Ricardo. Él seguro que os anima muchos mejores argumentos.

Y no lo dudéis: tenéis esos 15 minutos de vez en cuando. Un poquito de cada uno, si somos muchos, puede mover el mundo hacia algo mejor. Y lo mejor de todo: cuando nos reunimos para disfrutar y ese amigo o familiar que nos empacha con su ideario para cambiar la política mundial y terminar así con el hambre en el mundo, tu puedes preguntarle: ¿y tú qué haces realmente para ayudar a toda esa gente?

Porque con bonitas palabras e ideas políticas imposibles, no se cambia el mundo a corto plazo. Pero con 15 minutos, calculas aquello que otros no serían capaces sin dedicarle varios días de intenso trabajo. Y a cambio, recibes el cariño de todos esos voluntarios sobre el terreno, y la satisfacción de haber algo hecho algo bueno por todos aquellos que realmente nos necesitan.

Sergio González de la PeñaIngeniero Industrial Mecánico del ICAI, pr. 2000
Máster en Captura y Almacenamiento de CO2 por la Universidad de Edimburgo. Ha desarrollado su carrera profesional principalmente en Unión Fenosa (ahora Gas Natural Fenosa) como responsable de desarrollo de negocio en diversas áreas. Tras vivir 4 años en Edimburgo, actualmente reside en Noruega con su familia.